viernes, 8 de diciembre de 2017

La segunda clave: influir exitosamente (continuación)







Coaching

            

Un ejecutivo utiliza el coaching para ayudar y acompañar al colaborador en su desarrollo. La intención de dicho proceso radica en mejorar el desempeño y en incrementar el nivel de compromiso y responsabilidad, así como en favorecer un mayor grado de consciencia y autodesarrollo del colaborador.



La palabra coach se volvió de uso común en el siglo XV al hacer referencia a los coches o carrozas que transportaban a personas de donde se encontraban a donde querían estar[1]. Esto es justamente lo que hace un líder con sus colaboradores y, como se mencionó, es lo que significa gestión.



Al pensar en lo anterior una historia viene a mi mente. En una ocasión, durante mi certificación universitaria en técnicas vivenciales de dinámica de grupos, mientras realizábamos un ejercicio en los bellísimos jardines del convento de Las Flores, que nos servía de sede, un compañero regresaba de las cabañas donde nos alojábamos gritando de manera desenfrenada: alguien había forzado la puerta de su dormitorio y le había robado dinero y algunos objetos de valor, además de que sus pertenencias estaban tiradas y revueltas en el piso. El pánico se apoderó del grupo y todos salimos corriendo a revisar nuestras propias habitaciones. De inmediato, se empezaron a escuchar gritos y reclamos de muchos de los participantes, pues algo semejante les había ocurrido. El caos que siguió lo pueden imaginar: algunos lloraban, otros maldecían, unos más querían llamar a la policía y otros más querían regresarse al instante a la Ciudad de México. La noche estaba cayendo en aquella hermosa montaña, tan apartada como incomunicada, pues sólo había líneas telefónicas fijas que funcionaban de manera intermitente. Yo no lo sabía aún, pero estaba a punto de recibir la mejor lección de coaching y liderazgo de mi incipiente carrera.

El doctor Jaime Grados, quien dirigía el laboratorio, tenía a cargo un grupo de adolescentes tardíos, histéricos, demandantes y, sobre todo, temerosos. Yo, que siempre lo he admirado, me preguntaba qué iba a hacer, ya no para remediar, sino para que no pasara a mayores. Era obvio para mí que intentar salir de ese lugar en ese horario era peor que quedarse, pero también era verdad que los ladrones podrían intentar algo peor que sólo sustraer nuestros bienes, así que el dilema y la dificultad de manejo eran terribles. El doctor caminó lentamente hacia donde se hallaba la zona de fogatas y pidió amablemente que alguien encendiera una pequeña hoguera. Después empezó a buscar a alguien y cuando lo encontró le preguntó si tenía la guitarra que había traído consigo. Azorado, el muchacho tardó tiempo en contestar y, después de responder afirmativamente, salió corriendo a buscarla. Por supuesto, esa reacción nos sorprendió a varios que no entendíamos a qué venía esa solicitud en medio de ese barullo.

Cuando el chico regresó con su guitarra, la fogata ya había prendido y generaba un agradable calor, que contrastaba con el amenazante entorno. Entonces, el doctor nos pidió que nos sentáramos y a otro chico, que había recuperado parte de la serenidad, y que sabíamos que le gustaba cantar, le preguntó cuál era la canción más triste que conocía. El muchacho no dudó mucho tiempo y sin que se lo pidiera empezó a cantar, al principio con una voz apagada y después con todas sus fuerzas cuando notó que el doctor y otros nos uníamos a él. Al poco tiempo, la mayoría estaba cantando, otros se mecían ligeramente con sus manos en el pecho y unos más empezaron a llorar. Después de un par de canciones igual de tristes y con un efecto semejante, el doctor Grados se refirió al grupo y le dijo que lo que nos había pasado era algo grave, pero que a pesar de ello estábamos bien y que nos necesitaba serenos para tomar la mejor decisión. Entonces, fue haciendo preguntas en vez de dar opiniones y con ello permitió que el grupo, al responder, poco a poco fuera llegando a la conclusión de que lo mejor era quedarse esa noche con algunas medidas de seguridad y marcharse al día siguiente. Luego pidió que cantáramos una canción más alegre y luego otra más. A pesar de ello, no fue una noche sencilla, pero tuve oportunidad de asimilar la gran lección que acababa de recibir: un líder te acompaña, aun en los peores momentos, para hacerte crecer.




 A usted se le reconocerá como un coach no por la técnica que ocupe, sino por el modo de tratar a la gente y, sobre todo, por la forma de ver a sus colaboradores como promesas futuras de un éxito compartido.







Fragmento del libro
Gómez, J. (2017).Genoma Ejecutivo: Más allá del liderazgo. México: Coaching transformacional M.R.












[1] San Miguel, B. (septiembre, 2013). ¿Qué tienen en común o diferente un Coach con un entrenador? Cochycom [En línea]Recuperado en In Desing Studio https://coachycom.es/que-tienen-en-comun-o-diferente-un-coach-con-un-entrenador/, 2017.































Comenzamos




Genoma Ejecutivo: Más allá del Liderazgo


En uno de los museos más reconocidos del país ubicado en el centro de la Ciudad de México, se realizó el lanzamiento del libro “Genoma Ejecutivo. Más allá del liderazgo”, el cual además de abordar las vicisitudes del mundo ejecutivo, logra construir un referente para determinar qué es y qué no es un ejecutivo.



Ante un gran número de personas de diferentes públicos, tanto del gremio, como de empresas privadas e instituciones públicas, así como familiares y amigos, se presentó la obra en un ambiente cálido y muy emotivo.






La segunda clave: influir exitosamente (continuación)

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