Coaching
Un ejecutivo utiliza el coaching para ayudar y acompañar al colaborador
en su desarrollo. La intención de dicho proceso radica en mejorar el desempeño
y en incrementar el nivel de compromiso y responsabilidad, así como en
favorecer un mayor grado de consciencia y autodesarrollo del colaborador.
La palabra coach se volvió de
uso común en el siglo XV al hacer referencia a los coches o carrozas que transportaban a personas de donde se
encontraban a donde querían estar[1].
Esto es justamente lo que hace un líder con sus colaboradores y, como se
mencionó, es lo que significa gestión.
Al pensar en lo anterior una
historia viene a mi mente. En una ocasión, durante mi certificación
universitaria en técnicas vivenciales de dinámica de grupos, mientras
realizábamos un ejercicio en los bellísimos jardines del convento de Las
Flores, que nos servía de sede, un compañero regresaba de las cabañas donde nos
alojábamos gritando de manera desenfrenada: alguien había forzado la puerta de
su dormitorio y le había robado dinero y algunos objetos de valor, además de
que sus pertenencias estaban tiradas y revueltas en el piso. El pánico se
apoderó del grupo y todos salimos corriendo a revisar nuestras propias
habitaciones. De inmediato, se empezaron a escuchar gritos y reclamos de muchos
de los participantes, pues algo semejante les había ocurrido. El caos que
siguió lo pueden imaginar: algunos lloraban, otros maldecían, unos más querían
llamar a la policía y otros más querían regresarse al instante a la Ciudad de
México. La noche estaba cayendo en aquella hermosa montaña, tan apartada como
incomunicada, pues sólo había líneas telefónicas fijas que funcionaban de
manera intermitente. Yo no lo sabía aún, pero estaba a punto de recibir la
mejor lección de coaching y liderazgo de mi incipiente carrera.
El doctor Jaime Grados, quien
dirigía el laboratorio, tenía a cargo un grupo de adolescentes tardíos,
histéricos, demandantes y, sobre todo, temerosos. Yo, que siempre lo he
admirado, me preguntaba qué iba a hacer, ya no para remediar, sino para que no
pasara a mayores. Era obvio para mí que intentar salir de ese lugar en ese
horario era peor que quedarse, pero también era verdad que los ladrones podrían
intentar algo peor que sólo sustraer nuestros bienes, así que el dilema y la
dificultad de manejo eran terribles. El doctor caminó lentamente hacia donde se
hallaba la zona de fogatas y pidió amablemente que alguien encendiera una
pequeña hoguera. Después empezó a buscar a alguien y cuando lo encontró le
preguntó si tenía la guitarra que había traído consigo. Azorado, el muchacho
tardó tiempo en contestar y, después de responder afirmativamente, salió
corriendo a buscarla. Por supuesto, esa reacción nos sorprendió a varios que no
entendíamos a qué venía esa solicitud en medio de ese barullo.
Cuando el chico regresó con su
guitarra, la fogata ya había prendido y generaba un agradable calor, que
contrastaba con el amenazante entorno. Entonces, el doctor nos pidió que nos
sentáramos y a otro chico, que había recuperado parte de la serenidad, y que
sabíamos que le gustaba cantar, le preguntó cuál era la canción más triste que
conocía. El muchacho no dudó mucho tiempo y sin que se lo pidiera empezó a
cantar, al principio con una voz apagada y después con todas sus fuerzas cuando
notó que el doctor y otros nos uníamos a él. Al poco tiempo, la mayoría estaba
cantando, otros se mecían ligeramente con sus manos en el pecho y unos más
empezaron a llorar. Después de un par de canciones igual de tristes y con un
efecto semejante, el doctor Grados se refirió al grupo y le dijo que lo que nos
había pasado era algo grave, pero que a pesar de ello estábamos bien y que nos
necesitaba serenos para tomar la mejor decisión. Entonces, fue haciendo
preguntas en vez de dar opiniones y con ello permitió que el grupo, al
responder, poco a poco fuera llegando a la conclusión de que lo mejor era
quedarse esa noche con algunas medidas de seguridad y marcharse al día
siguiente. Luego pidió que cantáramos una canción más alegre y luego otra más.
A pesar de ello, no fue una noche sencilla, pero tuve oportunidad de asimilar
la gran lección que acababa de recibir: un líder te acompaña, aun en los peores
momentos, para hacerte crecer.
A usted se le reconocerá como un coach no por la técnica que ocupe, sino
por el modo de tratar a la gente y, sobre todo, por la forma de ver a sus colaboradores
como promesas futuras de un éxito compartido.
Fragmento del libro
Gómez, J. (2017).Genoma Ejecutivo: Más allá del liderazgo. México: Coaching transformacional M.R.
[1] San Miguel, B. (septiembre,
2013). ¿Qué tienen en común o diferente
un Coach con un entrenador? Cochycom [En línea]Recuperado en In Desing
Studio https://coachycom.es/que-tienen-en-comun-o-diferente-un-coach-con-un-entrenador/, 2017.